13.8.15

Si es sólo físico… cáscara vacía

     “El cuerpo físico solo, sin conexión con la dimensión espiritual, es una envoltura vacía, un corcho sobre el agua. Pero cuando está unificado con la parte espiritual, entonces la vida es una alegría, una aventura que acapara totalmente todos nuestros intereses, un viaje que nos trae suerte, salud y conocimiento.
     Nuestra evolución comienza como recién nacidos; sin
tener conocimiento, cuyos intereses están dirigidos hacia uno mismo. Nuestras necesidades se limitan a nuestro bienestar, alimentación y calor. Con el adulto parece entonces el deseo de poder y, por ello, permanecemos durante un tiempo remitidos todavía a nosotros mismos, considerando nuestro propio beneficio y los objetivos terrenales.
     Entonces viene el punto de inflexión: el nacimiento del deseo de ponerse al servicio de nuestros semejantes, comenzando a partir de ese momento la lucha, ya que en el transcurso de nuestra continua


evolución debemos transformar nuestro egoísmo en altruismo, la separación en unidad y reunir todo el conocimiento y experiencias que el mundo nos pueda enseñar, debiendo transformar todas las cualidades negativas humanas en sus virtudes opuestas.
     Sin embargo, aprendemos despacio, siempre únicamente una lección de una vez, pero debemos aprender esa lección especial que nuestro propio yo espiritual nos impone si queremos ser afortu-nados y estar sanos.
     No todos nosotros aprendemos la misma lección al mismo tiempo. Uno supera su orgullo, el otro su miedo, algún otro su odio, etc, pero el factor esencial para la salud reside en que aprendamos la lección que está determinada para nosotros.
     El estadio de nuestro avance no juega ningún papel importante. En relación con nuestra salud, carece de importancia el hecho de que nos encontremos al nivel de un recién nacido o de un joven. Pero tiene gran importancia el hecho de vivir en armonía con nuestra alma.
     Tanto si se trata de alcanzar el bienestar o de llevar la vida sacrificada de un mártir, la salud depende de si seguimos las órdenes de nuestro yo espiritual y de si vivimos en consonancia con ellas.
     Nuestra alma nos coloca en las situaciones de la vida y nos da el trabajo –sea ya limpiador de zapatos o señor, príncipe o mendigo- que es más idóneo para nuestra evolución y donde mejor podemos aprender la necesaria lección. Da igual la posición que siempre hayamos tenido, la única necesidad reside en cumplir el trabajo particular que se nos ha asignado y todo se volverá bueno”.

                                                                   E. Bach

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