“El cuerpo físico solo, sin conexión con la dimensión espiritual, es una envoltura vacía, un corcho sobre el agua. Pero cuando está unificado con la parte espiritual, entonces la vida es una alegría, una aventura que acapara totalmente todos nuestros intereses, un viaje que nos trae suerte, salud y conocimiento.
Nuestra evolución comienza como recién nacidos; sin
tener conocimiento, cuyos intereses están dirigidos hacia uno mismo. Nuestras necesidades se limitan a nuestro bienestar, alimentación y calor. Con el adulto parece entonces el deseo de poder y, por ello, permanecemos durante un tiempo remitidos todavía a nosotros mismos, considerando nuestro propio beneficio y los objetivos terrenales.
Entonces viene el punto de inflexión: el nacimiento del deseo de ponerse al servicio de nuestros semejantes, comenzando a partir de ese momento la lucha, ya que en el transcurso de nuestra continua